Sola Castaño, Emilio; Varriale, Gennaro
En los últimos años los espías han vuelto a los titulares de las grandes
portadas, el descubrimiento de escándalos y escuchas han puesto en el
centro del debate los límites de nuestra privacidad. Una narrativa de
años en torno a la sociedad de la información abierta, hija de las
nuevas tecnologías, ha chocado bruscamente contra la realidad del
ajedrez mundial, tanto que la opinión pública se ha sentido traicionada
por sus propios garantes. No obstante, los medios de comunicación
enfatizan la excepcionalidad de la época en que vivimos, la captación de
información por parte del poder no es en absoluto una prerrogativa del
siglo XXI; al contrario, la adquisición de noticias reservadas está en
los cimientos mismos de la Europa moderna.
Igual que en el presente,
también en la Edad Moderna la parte más sensible de la información -la
geográfica de los descubrimientos, la comercial de nuevas mercancías o
la militar de las innovaciones tecnológicas- está muy protegida y
reservada, en principio, a las cortes y a los círculos financieros.
Entonces las vidas de los espías están entrelazadas de forma especial
con las necesidades económicas y militares de dos grandes poderes, la
Monarquía Hispánica y el Imperio Otomano, que rigen el destino del
Mediterráneo. Fronteras territoriales y hegemónicas, religiosas y
culturales, económicas y sociales hacen que la información sobre el
colindante, diferente y a menudo enemigo, se convierta en vital para su
propia subsistencia. En efecto, los soberanos de la Casa de Austria y
los sultanes de Constantinopla invierten sumas estratosféricas de
dinero, a través de "cajas B", sólo para anticipar las maniobras del
adversario.