En este libro no se siente el rapto de la otra voz, sino por el contrario, una contención, el tenue discurrir del hilo de Ariadna de la memoria. De esta manera los catorce poemas se mueven en una atmósfera de ingravidez, siempre al lado de la interrogación más que de la constatación, donde no se advierte por ningún lado ni la tristeza ni la nostalgia sino la calmada respiración del verso, esa sabia y armónica creación musical que es el sello propio de cada poema de Eduardo Chirinos.
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