Azorín dejó escrito que el cuento era a la prosa lo que el soneto a la poesía. La comparación está aludiendo a la brevedad, pero también a la precisión técnica y verbal. El pulso que requiere esa forma cerrada de la lírica, no debe ser menos en el caso del cuento: exponer un tema, desarrollarlo y cerrarlo en pocas páginas requiere un saber hacer que el escritor ha de procurar alcanzar con un aprendizaje que exige la práctica constante de un género tan gratificante como difícil.