Las páginas de este libro pretenden, sencilla y formalmente, muchas de ellas, hacer posible, y aun facilitar, una "adhesión intelectual honrada a la fe cristiana" (K. Rahner) bien que a la manera que da de sí la experiencia de la vida de uno mismo. A los siglos de aparente predominio de las ciencias más o menos exactas y de los laicismos más o menos supersticiosos o de aspecto ascético, suceden las cuestiones eternas del hombre: Buda, Confucio, Heráclito, Aristóteles, Agustín de Hipona, Averroes y Maimónides, Suárez, Espinosa, Gandhi, Mandela... "Esparzo luces" decía Leibniz de sus esfuerzos, y desde el planteamiento y la paciencia con que este esperó la vuelta de la civilización occidental a la metafísica, busca el autor echar una mano samaritana al hombre capaz de confesarse un algo confuso de una modernidad tan inhumana a veces como obcecada.