Han pasado 35 años desde el terrible accidente nuclear de Chernóbil, pero las imágenes que aquellos días atestaban los telediarios de todo el mundo son difíciles de borrar.
Sucedió el 26 de abril de 1986. Una explosión de vapor tras una serie de fallos mecánicos y humanos voló la tapa del reactor número 4 de la central dejando el núcleo expuesto a la atmósfera.
Las consecuencias que traería aquella catástrofe eran aún inimaginables.
El escocés Andrew Leatherbarrow aglutina en este libro las claves fundamentales para poder entender qué pasó exactamente.
Cabe destacar la claridad con la que en él se detallan aspectos técnicos, y cómo profundiza en los aspectos socioeconómicos y en la gestión política que hizo la Unión Soviética del desastre nuclear más grave de la historia.
Este fue el libro en el que se basó la exitosa serie que de HBO que se estrenó en 2019.
Miles de muertos y graves efectos sobre la salud
El número de muertes y enfermedades que causó ha sido muy debatido, difícil de establecer con exactitud.
En el momento de la explosión sólo fallecieron dos personas, pero miles de trabajadores -llamados liquidadores- que acudieron después a realizar tareas de limpieza y retirada de material radiactivo, cayeron gravemente enfermos.
Algunos murieron días después, otros meses o incluso años más tarde. Otros tuvieron que convivir con discapacidades producidas por esta sobreexposición a la radiación. Sufrieron lo que se conoce como síndrome de irradiación aguda.
Chernóbil. Confesiones de un reportero es el testimonio de Igor Kostin, fotoperiodista que se expuso a la radioactividad para mostrar al mundo la catástrofe nuclear. Contiene imágenes verdaderamente impactantes y sobrecogedoras.
El accidente también comprometió la salud de los habitantes de las poblaciones colindantes como Prípiat, que no fueron desalojadas hasta varios días después.
Además de las consecuencias en su salud física, las personas que vivieron en primera persona aquella terrible experiencia, especialmente los habitantes de poblaciones relativamente cercanas a la zona cero que no llegaron a abandonar el lugar, han sufrido a lo largo de los años graves secuelas psicológicas y económicas.
El siguiente libro, editado por Publicacions de la Universitat Jaume I, ilustra cómo se comporta la población ante un desastre, cómo estos pueden afectar a los niños y otros aspectos fundamentales a tener en cuenta. También ofrece recursos de interés para los profesionales en la intervención psicosocial en desastres.
Los casos de cáncer de tiroides y algunos tipos de malformaciones congénitas se dispararon tras este suceso.
Y aunque existen evidencias de que los altos niveles de yodo están relacionados con este tipo de cáncer, es muy difícil atribuirlos única y exclusivamente a esta causa. El largo período de latencia de las enfermedades inducidas por radiación complica aún más las cosas.
Pero detrás de las cifras hay sobrecogedoras historias personales que reflejan el miedo, el coraje, la impotencia o la hospitalidad de quienes vivieron la tragedia en primera persona.
En el siguiente libro, la escritora bielorrusa Premio Nobel de Literatura 2015 Svetlana Aleksiévich da voz a aquellas personas que sobrevivieron al desastre de Chernóbil y que fueron silenciadas y olvidadas por su propio gobierno.
Un crisol de historias particulares con un destino fatal común del que no pudieron escapar…
La gestión política del desastre
Se tardaron diez días en sofocar las llamas del incendio provocado por la explosión. El humo radiactivo, que contenía plutonio, yodo, estroncio y cesio entre otros, se extendió por Europa y prácticamente por todo el hemisferio norte en cuestión de pocas semanas.
La Unión Soviética ocultó al mundo la gravedad de estos acontecimientos durante varios días. Ofrecía información a cuentagotas y con poca transparencia.
Pero los países nórdicos detectaron estos elementos radiactivos en su atmósfera y difundieron la noticia…
La historiadora Kate Brown, que lleva media vida investigando el accidente, cuenta en su libro Manual de supervivencia. Chernóbil, una guía para el futuro las estrategias que siguió el gobierno soviético para encubrir el verdadero alcance del desastre.
En primer lugar, se restringió el acceso de la comunidad científica internacional sólo a aquellos favorables a la energía nuclear.
Por otro lado, se desvió la atención mediática a las labores heroicas de extinción del incendio.
Además, las autoridades dieron la orden de que los campesinos y ganaderos siguieran produciendo y prohibieron a los médicos rurales investigar los niveles de radiación más allá del radio de 30 kilómetros establecido en torno a la central.
Por último, todos los informes internos sobre la contaminación radiológica derivada de la explosión eran examinados por la KGB antes de salir a la luz.
Zona de exclusión, hogar de plantas y animales
Años después, en la zona de exclusión, la vida salvaje parece haber tomado el poder. Aunque al igual que los seres humanos se han transformado para adaptarse a la adversidad.
Los rayogramas de Anaïs Tondeur reunidos en este extraordinario herbario buscan captar el trauma sufrido por las plantas al haber sido sometidas a grandes cantidades de radiación y documentan la resiliencia de las semillas que han crecido en la zona de exclusión.
Cada imagen va acompañada de una meditación filosófica de Michael Marder, que nos invita a repensar nuestra relación con la naturaleza.
Chernóbil y Prípiat décadas después
Con el tiempo la vida y la esperanza van abriéndose paso en los pueblos cercanos a la zona de exclusión.
Algunos han podido volver a sus casas pero aún no pueden sembrar sus tierras o hacer nuevas construcciones. A pesar de ello, sus gentes van dejando atrás aquel acontecimiento trágico mientras intentan cerrar sus heridas.
Santiago Camacho viajó a Pripyat, el epicentro de la catástrofe, y lo describe en su libro como escenario apocalíptico, uno de los lugares más extraños del planeta. Esta interesante crónica nos alerta sobre los peligros de la energía atómica.
La ciudad construida originalmente para los trabajadores de la central nuclear es hoy un lugar fantasma, donde el tiempo parece haberse detenido.
Casi puede olerse aún el miedo y la incertidumbre de aquellos que dejaron las tareas a medio hacer para huir.
Esto ha hecho que Prípiat y la central nuclear de Chernóbil, que sigue funcionando parcialmente, se hayan convertido en destinos turísticos ideales para aquellas personas con ganas de vivir una experiencia apocalíptica.
Hay quienes no aprueban este tipo de turismo, pues creen que alimenta única y exclusivamente del morbo.
A otros les parece adecuado que la este lugar sea visitado, ya que es una manera de que el recuerdo de la catástrofe y de sus consecuencias se mantenga vivo.
Ediciones Universidad de Navarra (EUNSA) acaba de publicar Comunicación Nuclear, que aborda la crisis de legitimidad del sector nuclear, presente casi desde sus comienzos, y las posibles soluciones.
Enrique Cobos plantea un análisis de sus ventajas -que también las tiene- e inconvenientes basándose en entrevistas realizadas a los responsables de comunicación de todas las centrales nucleares españolas.
Muchos expertos que apuestan por esta fuente de energía creen que la opinión pública tiene una composición de lugar incompleta sobre qué es y cómo funciona.
Por eso, defiende el autor del libro, «Una comunicación organizada y apostar siempre por el diálogo puede conducir a las centrales nucleares a rellenar ese vacío informativo que existe». Lo cuentó recientemente en ABC Cultura.
El debate está servido: ¿energía nuclear sí o energía nuclear no?
La respuesta es tajante y sencilla para algunos, muy compleja para otros.
Lo que es indiscutible es que se deben aunarse esfuerzos para que desastres como el de Chernóbil no se vuelvan a repetir.