El arpa de David. Antonio Mira de Amescua Fragmento de la obra Jornada primera (Salen Jonatás, Saúl y Joab.) Saúl: Dios de Israel, Dios eterno, basten las desdichas mías; no me den melancolías, espíritus del infierno. Si vuestra gente gobierno con alguna inobediencia, moderad, Dios, la sentencia de la pena con que vivo porque en mal tan excesivo no basta humana paciencia. Y vosotros que estáis viendo el monte que traigo encima, ¿cómo, decid, no os lastima el ver que estoy padeciendo? En vivo fuego me enciendo; en tristezas me consumo; de mi tormento presumo que según me martiriza, hecho mi cuerpo ceniza, resolverá el alma en humo. Jonatás: Padre, rey y señor mío, de tu continua tristeza nace este mal. Saúl: Mi flaqueza es región del aire frío. Del corazón, el estío sombra oscura es. Esta casa, y el alma en ella, se abrasa y un mar de tristezas bebe. ¡Ay de mí! ¡En qué tiempo breve la gloria del mundo pasa! ¿Veis armados escuadrones de espíritus infernales que en los orbes celestiales beben furiosos dragones? Jonatás: Melancólicas pasiones tienen tu seso turbado. Saúl: ¿No miras el cielo airado, rojo su color azul?