Las sociedades humanas han concebido su relación con el espacio físico en el que habitaban en términos territoriales. Este concepto dota a la noción de territorio de una serie de significados sociales y culturales, convirtiéndolo así en un instrumento de articulación de las complejas y cambiantes relaciones entre grupos sociales y medio natural. Generalmente la territorialidad se examina desde el prisma de los estados modernos como zonas perfectamente delimitadas, tanto desde un punto de vista topográfico como desde una óptica del significado político. Sin embargo, se trata de una visión parcial, que no toma en consideración la existencia de otras formas de territorialidad existentes en sociedades preindustriales. La Alta Edad Media, un periodo que cubrió los siglos VI al XI aproximadamente, fue un auténtico laboratorio de territorialidad. Los modelos romanos, fuertemente condicionados por el poder imperial, se diluyeron y surgieron nuevas y muy diversas formas de articulación del territorio. Las sociedades locales se convirtieron en protagonistas activas, al crear patrones territoriales que sirvieron de escenario para implementar las relaciones con la autoridad central, al tiempo que se fueron construyendo los espacios episcopales y se crearon "lugares centrales" de nuevo cuño. Esta compleja relación entre lo local y lo englobante se aborda en este volumen a través de un conjunto de estudios que cubren la Península Ibérica, Inglaterra, Irlanda e Italia. "La construcción de la territorialidad en la Alta Edad Media" es una obra deliberadamente orientada hacia una historiografía de escala europea que supere las miradas exclusivamente nacionales.