La conquista de la ciudad de Sevilla por Fernando III en 1248 señaló el inicio de un nuevo período hostórico que estuvo marcado por la presencia cristiana y la consiguiente expulsión de la población musulmana en el Bajo Guadalquivir, en general, y por la transformación que sufrieron las estructuras agrarias, en particular. El establecimiento de un nuevo modelo organizativo y social sobre el espacio recién conquistado tuvo una transcendencia notable en el posterior desarrollo histórico de la campiñá andaluza.