En poco más de diez años, Afganistán ha pasado de ser un desconocido a ser una incógnita. Hemos pasado de no saber nada de aquel país a recibir una enorme cantidad de información que somos incapaces de asimilar. Además, con demasiada frecuencia, las noticias provenientes de Afganistán nos hacen asomarnos al enorme abismo cultural que nos separa, haciendo incomprensibles muchas de las cosas que allí ocurren. Afganistán es en 2013 un país mucho mejor que en 2001; da igual que hablemos de libertades, de seguridad humana, de educación, sanidad o desarrollo económico; resulta imposible negar una realidad que los afganos, en su inmensa mayoría, tienen muy presente. Como también tienen muy presente la fragilidad de esta mejoría. En el momento en el que el grueso de las fuerzas internacionales abandona el país, se teme que todo lo conseguido hasta ahora se esfume haciendo inútil el enorme esfuerzo realizado. 2015 es el año de la verdad; el año en que estos avances se consolidarán, o se arruinará la que quizás sea la última oportunidad para los afganos. Todas las posibilidades están abiertas. Conocer Afganistán, su geografía, su historia, y sus gentes, es el primer paso para entender cómo se ha llegado a la situación actual y las posibilidades que ofrece el futuro. Ahondar en lo que ha ocurrido en Afganistán en los últimos años, en su evolución social y económica y analizar la multitud de actores que, desde dentro y fuera, condicionan la realidad afgana puede permitirnos entender
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