Bajas presiones es, sin duda, un texto en el que no se buscan, como se aspiraría a través de la máxima o del apotegma filosóficos, verdades universales, palabras litografiadas: su fin es deletrear un mundo personal. Nos alejamos del potencial -novelista-, del -recetario- de usos y costumbres de los moralistas franceses, para acercamos a una subjetividad moderna ¿¿por qué no posmoderna?¿ marcada por un pensamiento fragmentario y diverso. De este modo, y con cita de Rilke, -¿Quién habla de victorias? Sobreponerse es todo-, nos ubicamos fuera de los discursos triunfantes y concluidos, fuera de cualquier sistema filosófico que no se formule a modo de iluminación. Destellos personales en los que conviven la inspiración greguerística, el humor negro, la reflexión social o una veta de persistente desengaño. Una voz, en fin, madura, sin miedo a ahondar en las cicatrices del ser humano y con clara voluntad literaria.