¿Por qué hay que leer Crimen y castigo ? Pues porque Crimen y castigo es el producto de un genio cuyo mundo gira entre la muerte y la locura, porque Dostoievski era un tío que retornaba vivo de aquellos tenebrosos mundos (sus ataques) directamente para escribir historias que también puedan ser devoradas por la juventud del siglo XXI. Y porque Fiódor Mijáilovich Dostoievski ha sido el escritor que ha compuesto los análisis psicológicos más audaces, las caracterizaciones psicológicas más gloriosas. Porque sólo él puede presentar a un juez de instrucción encargado de un caso de asesinato (Zamétov, cuya raíz en ruso significa -observar-), quien se hace amigo del asesino, cosa que siempre chocó en el mundo anglosajón. En un mundo dominado en la actualidad por locos de remate que quebrantan diariamente la vida y los derechos humanos de millones de personas en nombre de la sacrosanta democracia, el genio de Dostoievski, imbuido por la fe, ciento cincuenta años atrás nos dice aquí, a través de su protagonista Raskólnikov: -Dios no permite semejantes horrores, pero permite otros. Tal vez no haya Dios-. Este personaje, Raskólnikov (raskólnik en ruso significa apóstata), defiende que él no es un asesino por haber matado y robado a una vieja usurera. ¿Quién está más loco y es más asesino? ¿El, que sólo quiere hacerse con tres mil rublos para labrarse un porvenir digno y huir del hambre que le consume, o el admirado Napoleón (un Bush más brillante) que no duda en machacar a todos con tal de hacer avanzar a la Humanidad? Raskólnikov admite ser un canalla, pero no desea tal condición para los demás...