Si los sueños son ideas que duermen o las ideas son sueños del que ha despertado, lo cierto es que hay grupos de cristianos que aparecen en la brecha entre el sueño y la realidad. Se sitúan frente a los desafíos que la nueva eclesialidad les está planteando. De sueños y realidades está hecho este libro. Eso ha pretendido reunir el autor de estas páginas. Ha intentado de todo para que a la Iglesia no se la vea recreándose en la propia imagen ni replegándose en su propio interior. Ha querido recordar la imagen evangélica de la semilla y también la del fermento y la de dar fruto. El fruto del seno de María y de su sí en la Anunciación. Lo mejor de la Iglesia es la semilla que lleva dentro, la flor que se prepara para dar fruto, las -heridas- de Cristo en ella impresas. Al verla iluminada con la luz de María, la descubrimos como el útero particularmente fecundo que permite vivir, convivir y ser evangélicamente fértil.
Esta nueva forma de vivir y de ser Iglesia debe ser testimonio de vida y también profecía en este momento histórico. Tendría que servir para interpelar y proponer; abrir horizontes y esperanzas para el mundo en que nos ha tocado vivir. Nos debe dejar en activa espera.