En los inicios del siglo XIX, tras la derrota del ejército prusiano por el napoleónico y el consecuente y leonino tratado de Tilsit, la sociedad y las instituciones prusianas quedaron sumidas en una profunda depresión. El mundo universitario, que ya padecía de esclerosis antes de aquella batalla, también precisaba de una renovación a fondo. El Káiser, seguramente en contra de sus preferencias, se vio obligado a pedir la opinión a unos intelectuales de ideas progresistas y renovadoras y a acatar su opinión. Estaban liderados por Wilhelm von Humboldt, razón que explica el nombre actual de la institución que sus esfuerzos engendraron. Maduradas las ideas, nació la Universidad de Berlín como un modelo innovador donde la investigación se aliaba con la docencia, el profesorado gozaba de amplia libertad en la elección de las enseñanzas y la creatividad era el aguijón que espoleaba a los estudiantes. Todo según un plan bien definido y realizado, con unos resultados excelentes.
A finales de los años sesenta del pasado siglo, el modelo universitario imperante en el sur de Europa agonizaba. En aquella España, a los males comunes se les añadía la férula de un régimen político que ahogaba toda crítica y pisoteaba la libertad de cátedra. Inesperadamente, en nuestro blindado sistema se abrió una rendija que había que aprovechar. Se creó de manera improvisada la Universidad Autónoma de Barcelona con menguados medios y con prevenciones por parte de los sectores inmovilistas del mundo oficial, pero con desbordado entusiasmo. La comparación entre dos tan distintos procesos de gestación de una universidad es el leitmotiv de este opúsculo.
-5%
-5%
-5%
-5%
-5%
-5%
-5%
