La figura del escritor y cineasta Edgar Neville ha adquirido merecido relieve con el paso del tiempo. El texto recorre la primera mitad del siglo XX, al hilo de una biografía marcada por un peculiar sentido de la vida, a la vez vanguardista y nostálgico, irónico y desmitificador, en el que hace acto de presencia la elegancia, el ingenio y la poesía. Pero Neville no fue solo un espíritu ingenioso que pretendió provocar la ruptura con la monotonía de la vida. Desde principios del siglo hasta los años sesenta, Neville escribió artículos de periódicos, cuentos, novelas, teatro y poesía, pero también tuvo tiempo de ejercer la carrera diplomática, dedicarse por entero al cine, participar en la guerra de España, ser aficionado al deporte, a la buena mesa, al automovilismo, a la pintura y a los toros. Fue en suma un hijo del siglo XX que, en la totalidad de su producción, tanto literaria como cinematográfica, propuso la dignificación y la humanización de la existencia, en ocasiones incluso mediante la mitificación, y siempre a través del humor.