El cristiano vale lo mismo que su oración. El problema de la -oración- es el problema más urgente de nuestra vida, porque de la oración depende casi todo. Cuando rezamos, cambiamos. Si rezamos de verdad, arrojamos más luz sobre nuestros problemas y nuestra voluntad se fortalece. La oración es un termómetro infalible. Cuando veáis que no sois generosos, no os contéis historias a vosotros mismos, no culpéis al entorno, a las personas, al trabajo o a la salud: la culpa es, sobre todo, de que no hacéis bien la oración.