El cielo que me ocultan mis ojos cuando miran no es el cielo que sur can los pájaros enormes: el verde del que vienen al alba las bandadas y el rojo en el que siguen al sol cuando atardece. Hay un cielo que es mío y otro cielo lejano. El cielo que contemplo y el otro, sin sentido. El que usurpa una imagen y el que cruzan los limpios bandos grises y blancos de los pájaros grandes que vuelan como ciegos, que nunca se separan de un destino y de un acto superiores, del hecho de abrir con los carmines de las alas el día y de cerrar el día con galas de matices iridiscentes, malvas, bermejos y cobrizos, violetas navegantes, turquesas y dorados que rasga como un velo la escuadra de