En 1804 Francisco de Goya finalizaba el espléndido Retrato de Tomasa de Palafox, marquesa de Villafranca y duquesa de Medina Sidonia, pintando a su esposo. Se trata de una célebre aristócrata, una reconocida intelectual y una pintora cuya escasa fortuna crítica contrasta con la de su retratista, debido, esencialmente, a su condición femenina.