En la posmodernidad, el comportamiento ético correcto, antes único e i ndivisible, comienza a evaluarse como -razonable desde el punto de vis ta económico-, -estéticamente agradable-, -moralmente adecuado-. Las a cciones pueden ser correctas en un sentido y equivocadas en otro. ¿Qué acción debería medirse conforme a un criterio determinado? Y si se ap lican diversos criterios, ¿cuál deberá tener prioridad? La -agenda mo ral- de nuestros días abunda en asuntos que los estudiosos de temas ét icos del pasado apenas tocaron, ya que entonces no se articulaban como parte de la experiencia humana. Basta mencionar, en el plano de la vi da cotidiana, los diversos problemas morales que surgen de las novedos as relaciones de pareja, sexualidad y relaciones familiares, notorias por su indeterminación institucional, flexibilidad y fragilidad; o bie n la gran cantidad de -tradiciones- que sobreviven, han resucitado o s e inventaron, para disputarse la lealtad de los individuos y reclamar autoridad para guiar la conducta. Y, en el trasfondo, el contexto glob al de la vida contemporánea presenta riesgos de una magnitud insospech ada, en verdad catastrófica: genocidios, invasiones, -guerras justas-, fundamentalismo de mercado, pogromos, terror de estado o de credo.