¿Puede la Iglesia admitir a la Eucaristía a los divorciados vueltos a casar civilmente? Ha sido esta una cuestión muy debatida en el Sínodo sobre la familia de 2014. Quienes responden que sí, aclaran: obrando de este modo, no se modificaría la doctrina sobre el matrimonio indisoluble. ¿Es verdadera tal afirmación? Para responder será necesario bucear en la experiencia creyente. ¿Qué significa -doctrina- en cristiano? ¿Cuál es su relación con la práctica litúrgica? ¿Cuál su nexo con la vida del hombre en la carne? ¿Y con la pastoral de la Iglesia? Los resultados obligarán a concluir: la pregunta interesante no es si la doctrina cambia o no. Sino esta otra: ¿qué modo de entender la doctrina es fecundo para abrir horizontes en la vida de la Iglesia y de las familias?