Acostumbrado al clima de Nueva York, tan familiarizado con su contaminada niebla, a ti, su inmaculada Hermana, te tenía olvidada por completo, a ti y a cuanto aportas al invierno británico. Ahora, esa impresión nativa vuelve a mí. Enemiga implacable de la prisa, amedrentadora de conductores y de aviones, todo lo veloz, desde luego, te maldecirá, pero cuánto me agrada que hayas sido persuadida a visitar el hechizado campo de Wiltshire a lo largo de toda una semana en estas Navidades, evitando que a alguno le diese por venir aquí donde mi mundo se reduce a esta vieja casa solariega en la que gozamos de la amistad nosotros cuatro: Jimmy, Tania, Sonia y yo.