Con su haz de luz me encandila hilando bordados finos a la nocturna mantilla. Las cosas eran y estaban; pero qué sosas y solas antes de que las palpara. Estar, estar... estarían, aunque ciegas y aunque mudas tras la pesada cortina. Yo bendigo a la linterna: que a su sombra hasta las sombras juegan a sombras chinescas, que baila el foco sincero a mi pardo alrededor y me enseña lo que es bueno.