Todos llevamos dentro un héroe o una heroína que hay que descubrir y sacar a la luz, y eso se consigue cultivando las virtudes humanas. Es una gozada tratar con un alma alegre, comprensiva, generosa, elegante, sencilla... Las almas de los niños son ´como barro en manos del alfarero´ (Jr 18, 6), moldeables por el cariño, el ejemplo y los propósitos de mejora. Para elevarse y llegar a Dios, hay que tener unos buenos y sólidos cimientos que no se vengan abajo: las virtudes.