En el umbral del siglo XX, Europa se encontraba en el apogeo de su poder, de la convicción en su propia potencia, en la superioridad de su cultura y en la posibilidad de moldear el futuro a nivel mundial basándose en la racionalidad y la tecnología. Lo europeo parecía ser sinónimo de modernidad y progreso.
Pero a nivel político no se pensaba en categorías europeas comunes, sino en las absolutamente predominantes categorías del Estado nacional. Ellas condujeron a Europa a la Primera Guerra Mundial, que dejó como secuela millones de muertos, generando sociedades que habían perdido su epicentro. La Primera Guerra Mundial se convirtió en la ´catástrofe originaria´ y en el verdadero comienzo del siglo XX.
Vista en retrospectiva, la paz solo fue un armisticio a plazo entre vencedores y vencidos. El nacionalismo exasperado permaneció como un signo de la época. Movimientos de masas movilizaron las calles e instalaron a regímenes autoritarios, fascistas y nacionalsocialistas en el poder.
De esta manera, a la Primera siguió una Segunda Guerra Mundial; de la antigua Europa solo quedaron ruinas. En otros tiempos centro de la política mundial, después de 1945 se convirtió en una doble periferia dentro de un orden mundial bipolar que tenía a la Unión Soviética y los Estados Unidos como nuevos centros. La OTAN y el Pacto de Varsovia se encargaron de las respectivas estructuras militares. En su conjunto, eran la expresión de una confrontación global, de una ´Guerra Fría´ de los sistemas, que dominó el desarrollo de posguerra durante décadas.
Solo las revoluciones pacíficas del centro y este de Europa a finales de los años ochenta del siglo XX acabaron con esta situación, formando una ´nueva Europa´ como comunidad económica, solidaria y de valores en un mundo globalizado. El libro que el lector tiene en sus manos informa de la agitada historia de Europa, de los Estados nacionales europeos y del proceso de unificación.