Tras ocho años de silencio sólo alterado por la publicación de sendas antologías de su obra en castellano y en catalán, con La mancadura (El daño, en su versión castellana) Berta Piñán da continuidad a sus constantes poéticas, las que (en palabras del crítico Leopoldo Sánchez Torre) nacen «del equilibrio entre la aceptación y la renuncia, entre la evocación celebrativa y la constatación del daño y la carencia, y la propensión moral que deriva de su convicción de que la poesía es necesaria como ´´instrumento de conocimiento y configuración del mundo´´ (...) configurando un singular espacio verbal sobre el que se desplaza una potente lupa que desvela las más profundas cavidades, pero también las superficies más tangibles, de nuestras palabras y nuestros actos».