La invención de un partido ideológico, que combina fanatismo con disciplina y que se orienta directamente a la construcción de la acción política, fue el más exitoso agente revolucionario que el mundo nunca tuvo. Ese instrumento de poder, utilizado por los bolcheviques y por los jacobinos, fue, sin embargo, producto del puritanismo calvinista, su más radical innovación. En su voluntad de destruir el viejo orden para instalar un mundo nuevo, los ´santos calvinistas´ fueron ´políticos audaces, ingeniosos y despiadados, los primeros entre esos agentes autodisciplinados de la reconstrucción social y política que han aparecido tan frecuentemente en la historia moderna´.
Si el estudio de la política moderna puede iniciarse en diversos momentos del siglo XVI -con Maquiavelo y el nuevo realismo político, con Lutero y los príncipes alemanes, con Bodin y la soberanía de los nuevos monarcas-, el interés de Michael Walzer no radica en el análisis de la razón de Estado, de la Iglesia nacional o de la idea de soberanía. Radica, en cambio, ´en otra de esas innovaciones sorprendentes de la historia política del siglo XVI: la aparición de la organización revolucionaria y la ideología radical´.
Walzer muestra en esta obra que, si bien la revolución como fenómeno político y la ideología como tipo de disciplina mental y moral están muy relacionadas con la aparición del Estado moderno, lo característico es el surgimiento de ´bandas de hombres especialmente designados y organizados´ para desempeñar un papel creativo en el mundo político. En efecto, liderados por dos nuevos grupos sociales -los intelectuales
profesionales y los laicos instruidos-, esos hombres buscaron destruir el orden establecido con el fin de reconstruir ´la sociedad de acuerdo con la palabra de Dios o los planes de sus iguales´.