Durante la Edad Moderna, las suspensiones de pagos solo se las podían permitir las monarquías europeas más ricas y poderosas, como Inglaterra, Francia y España. Pero en los siglos XIX y XX las crisis de la deuda ya fueron patrimonio de los países sin industrializar, naciones recién independizadas, como las de Latinoamérica, con algunas excepciones europeas como Grecia y España; en la década final del siglo XX, las crisis de la deuda azotaron a las grandes economías emergentes, de nuevo en Latinoamérica, pero también a las del Sudeste Asiático y Rusia. Los economistas europeos y americanos estaban convencidos de que las economías avanzadas estaban ya vacunadas contra las crisis de la deuda porque se habían graduado en una gestión responsable de la misma.