Desde el íncipit, de cierta reminiscencia paródica de Quijote –“En una vieja ciudad de provincia languidecía la última rama de una también vieja familia: los Jáureguiö–, el autor sitúa su historia en la provincia y la centra en una familia que, de la abundancia y el poder, ha venido a menos después de tres o cuatro generaciones, aunque todavía conserva lo suficiente “para ser dignos de respetoö. Su decadencia, sin embargo, más que económica se da “en la escasez de varonesö, hasta llegar al momento actual en que sólo cuenta con “un ejemplarö nada ejemplar, pues precisamente Laureano, ahora ya de cuarenta y cinco años, ha permanecido en la soltería, lo que quiere decir fin de una dinastía: “A pesar de su añeja alcurnia no despertó la atracción del sexo femenino ya que no tenía su físico ninguno de esos rasgos que hacen fermentar en los pechos –virginales, o no– pasiones, fantasías, incluso tragediasö.