En 1976, tras el golpe militar en Argentina, comenzó el exilio de Daniel Moyano, que se alargaría hasta el final de su vida en 1992. Este hecho vital traería como consecuencia la paralización de su producción literaria durante varios años y la escritura de Libro de navíos y borrascas, en el que se condensa el desgarro de ese viaje, más parecido a un naufragio que a una aventura. Pero esta novela no es la crónica de un desplazamiento personal sino la expresión literaria de una experiencia. La narración se concentra en el itinerario hacia el exilio, acumulándose las sensaciones de despojo en un barco que navega a través del océano en la simbolización más plena del desarraigo. La novela se inicia evocando los fascinantes y legendarios viajes que pueblan la literatura y termina con una imagen mítica, porque, entre tanta derrota y tanto desencanto, la escritura otorga la posibilidad de alcanzar otros mundos posibles, aquellos a los que quizás no han podido acceder los autores como individuos pero sí sus personajes y, con ellos, los lectores.
Virginia Gil Amate