El derecho al trabajo se ha convertido en ese elefante en la habitación al que nadie hace ningún caso. A pesar de su amplia presencia en tratados internacionales y textos constitucionales, es habitual escuchar que no se trata de un genuino derecho. La razón: se ha asumido que consiste en la promoción pública del pleno empleo, un objetivo en última instancia inalcanzable en sociedades basadas en la libertad de mercado. Ante la imagen de un Estado mastodóntico pisoteándolo todo, se opta por hacer como si el derecho al trabajo no existiera.
Este libro pretende hacer frente a esta interpretación canónica. El autor rescata una concepción alternativa del derecho al trabajo, que ha sido en buena medida olvidada, pero cuyo potencial emancipador nos sigue interpelando. Acuñado por Fourier a principios del siglo XIX, el derecho al trabajo se convierte, en 1848, en el caballo de batalla de un nuevo tipo de socialismo, heredero del discurso republicano y democrático de la Revolución Francesa. Este socialismo, cuyo exponente más destacado es Louis Blanc, no persigue que el Estado garantice un puesto de trabajo a los desempleados, sino que la esfera social esté regida por los mismos principios igualitarios que la esfera política. Su pretensión es que los trabajadores sean tratados como ciudadanos también en la fábrica. Que la República baje al taller.