Una exaltación de los valores subjetivos y poéticos se impone en la plástica mexicana de finales del siglo XX, en contraste con la epopeya realista de los muralistas mexicanos de principios de la misma centuria. Muchas de estas obras son atalayas, baluarte de la vivencia espiritual, en este mundo moderno que tan poco lugar le da la misma, afirma en esta obra Volkow.