La vida en La Endriga (Somiedo) durante el siglo xvii no era nada fácil, pero en ese ambiente abrupto y hostil también crecían las flores: amapolas, violetas y también rosas... como Oria.
Un cúmulo de circunstancias hará que se traslade de su remota aldea a la villa de Salas donde, educada por una dama sin hijos, florecerá en todo su esplendor.
Atrapada en medio de un conflicto que enfrenta a sus benefactores con el poder político y el Santo Oficio, utilizará su encanto, brillantez y fortaleza mental para aparecer en el momento adecuado en defensa de quienes la acogieron y educaron.