Este libro arranca tras el epílogo de "Que caiga el favorito", con el que forma un díptico. Aquellos poemas limpios y luminosos se encuentran ahora con la sombra, los dedos amarillos del miedo, el desasosiego del por qué nosotros; y obligan a los amantes a ser más conscientes de que lo son, de lo que les rodea, de las lecciones de amor a la vida que deben dictarse el uno al otro cada día.