La ciudad de Guadalajara fue, durante toda la Edad Media, cabeza de un extenso territorio sobre el que ejercía su jurisdicción, y en el que abundaban las tierras de uso comunal. Gracias a ellas, los vecinos podían disfrutar de pastos para el ganado, agua para consumo humano, o bosques de los que obtener madera y caza. Estas tierras eran una de las bases económicas de la ciudad y sus aldeas y, debido a ello, fueron objeto de disputas entre distintos grupos sociales que lucharon por hacerse con su control. Campesinos, caballeros, la poderosa familia Mendoza e incluso la monarquía llevaron a cabo diversas estrategias para dominar el acceso a estos montes y sus recursos. El choque de intereses causó importantes conflictos que marcaron el devenir político de esta ciudad castellana a lo largo de los siglos medievales, y que culminaron con la victoria definitiva de las élites locales a finales del siglo XV.