En cinco ocasiones, me adentré en aquel lugar, en aquella selva. Allí me perdí. Y también allí, encontré leyendas e historias tan increíbles como cotidianas. No fue -ni es- difícil perderse. Tampoco recomendable. Son unos 120.000 km2 de un verde hipnótico que dan forma al costado ondulante del gran Amazonas. Los quechuas la llaman sacha o wasi. La selva. Prometí no volver. Siempre he regresado. Esta vez viajo allí con los recuerdos y con las palabras. Este es un viaje a la Amazonia ecuatoriana. Un recorrido desde la capital, Quito, hasta el corazón de una selva que algunos han bautizado como la «última frontera».