«Si me prestas oídos, o mejor dicho a Crisipo, sin duda el más agudo de los filósofos, enseguida te preocuparás de que tu niño sea educado en las buenas letras, mientras aún carezca su ingenio de preocupaciones y vicios, mientras sea su edad blanda y moldeable, y mientras su ánimo sea capaz de adaptarse con soltura a cualquier cosa, haciendo uso de una memoria tenacísima. Pues nada recordamos mejor los ancianos que aquello de lo que nos empapamos en los primeros años». Así comienza Erasmo esta obra, su declamación a favor de la educación temprana, la responsabilidad de los padres, la centralidad del profesor y la pedagogía afectiva. Con ella consiguió mostrar un camino para enseñar la Sabiduría con sus todas sus dimensiones: en las letras, la verdad, la relación afectiva con Dios y con los educadores, la virtud y la libertad.