Visiones y visitas de Torres con don Francisco de Quevedo por la Corte. Diego de Torres Villarroel
Fragmento de la obra
Ilustrísimo señor:
Las desdichadas y ridículas moralidades que manchan los pliegos de este tosco libro, no son culto proporcionado para que se abriguen a la sombra de las prodigiosas y devotísimas tareas en que dichosamente se ocupa el estudio, la virtud y la dilatada contemplación de vueseñoría ilustrísima. La despreciable festividad de mis locuciones tampoco es ofrenda oportuna para dedicarse a un varón apostólico a quien las experiencias del acierto y las solicitudes del celo venerable sacaron del retiro de su celda para la doctrina, la cultura, el ejemplo y el socorro de las muchas almas que pueblan ese felicísimo obispado. Bien conozco que es osadía ofrecer las impertinencias inútiles de mis desvariados argumentos a quien como vueseñoría ilustrísima trata las ociosidades, los espectáculos y las diversiones del mundo con aborrecimiento generoso; pero las singulares honras que debo a la piedad de vueseñoría ilustrísima y la implacable ansia de poner en el público alguna señal de mi gratitud y servidumbre me han precipitado a hacer culto de la necedad, voto de la relajación, obsequio de la miseria y víctima de las locuras desgraciadas. Muchas veces desmayé en los propósitos de sacrificar a vueseñoría ilustrísima mis trabajosas producciones; pero contemplando la benignidad de vueseñoría ilustrísima y ajustando cuentas con mi obligación y mi fortuna, hallé siempre que me tendría más conveniencias, más honra y mejor esperanza pasar por el carácter de osado, que por el infame renombre de desagradecido.